Hoy voy a escribir de la política desde un punto de vista sentimental. Voy a hablar de un político al que adoro. Dicho así puede producir cierta perplejidad, quizá resulte incomprensible que alguien pueda sentir algo así por uno de esos individuos que dicen esas cosas de esa manera que las dicen, y llevan esos trajes, y esas corbatas. Pero mi político, ministro por más señas, no es como los demás, tiene una interesante historia detrás de si, y esperemos que un fértil futuro por delante. A veces se viste casi con el uniforme de político, pero algo tiene que lo hace parecer diferente; y, desde luego, cuando se lo quita la diferencia es abismal. Es un gran guitarrista, pero no al estilo del Tony Blair que sale fotografiado en los periódicos con cara de pánfilo, concentrado, lo mismo que si fuese a tomar alguna de esas decisiones trascendentes para el mundo entero que tanto le gustan, o Bill Clinton con los sonrosados carrillos bien inflados y la mirada perdida, rodeado de millonarios del rock, agarrado con impericia a su saxofón; tampoco nos vale Condoleetza Rice y su reconocida, pública y prolijamente, discreción y humildad para con la interpretación pianística clásica. Mi ministro es primero y ante todo un adorable cantante, compositor e instrumentista. Su nombre, que no se yo para que tanto misterio, es Gilberto Passos Gil Moreira. Es el señor Ministro de Cultura de Brasil desde hace unos años.
Gilberto Gil empezó en la política en 1987 cuando aceptó el cargo de presidente del organismo oficial de cultura de la ciudad de Salvador, la Fundaçao Gregório de Matos. Y continuó cuando al año siguiente fue elegido concejal del Ayuntamiento. En la música empezó mucho antes, a mediados de los años sesenta, interesándose por la vanguardia primero, siendo uno de los impulsores del movimiento “tropicalismo” después. El “tropicalismo” tenía en Gil y Caetano Veloso sus más directos defensores pero también estaban Gal Costa, María Betanha, Os Mutantes, Tom Zé, Rogério Duprat, Rita Lee y otros. Se considera que el “tropicalismo” se desarrolla en el último cuarto de la década de los sesenta. También participan en él cineastas como Glauber Rocha o Joaquim Pedro de Andrade, gentes del teatro como Oswald de Andrade, poetas y pintores. Es un movimiento cultural claramente inmerso en su época, muy influido por la cultura pop en pleno apogeo. Antropofagia es la palabra que usan para definir su actitud, en la música se mezclan el rock y el pop con la música tradicional, con la música comercial, con la orquestal; visten a la manera pop, incorporan la figura de Carmen Miranda. No son del agrado ni de los interpretes de canción protesta que los consideran frívolos, ni de los conservadores que consideran inaceptable su mezcla de los instrumentos eléctricos con los tradicionales. El “tropicalismo” encaja perfectamente con lo que estaba sucediendo en el resto de los países occidentales, ese “mayo francés” que hoy aún pierde batallas después de muerto, el arte pop, el rock, con la salvedad de que en los países libres pudo fructificar, mientras que en el Brasil convulso políticamente terminó bastante mal, con Veloso y Gil en el exilio, por ejemplo. Cuando hoy se habla de músicas del mundo, de mestizaje o cosas semejantes el recuerdo de lo que hacían estos artistas está sin duda presente, incluso también los que entonces eran sus enemigos se parecen bastante a los que ahora denigran el camino seguido por la música, probablemente el único que le queda en este occidente en decadencia.
Gilberto Gil en la segunda mitad de los años setenta se acerca a la filosofía oriental y a los movimientos ecológicos; es a finales de la década cuando la música negra toma presencia y preponderancia en su obra, ya no desaparecerá hasta hoy. En sus grabaciones “Dia dorim, noite neon” o “Raça humana” se suceden el reggae, el funk, la música brasileña, la africana, con una brillante elaboración técnica. Es una música apasionada, vital, llena de ritmo. Su admiración por Bob Marley llega hasta su penúltimo disco, un homenaje fiel y elegante a la obra del jamaicano. Su última grabación, de 2006, se llama “Gil luminoso” y como en todas queda patente su riqueza expresiva, producto en gran parte del gusto, seña de identidad de los muchos grandes músicos brasileños, por la interpretación en vivo de la música. Son quince canciones interpretadas con voz solista y guitarra acústica, donde Gil expone una parte muy representativa de su producción, probablemente, tal y como vino al mundo.
¿Y su labor en política? Para ir haciéndose una idea he aquí uno de sus discursos, en Porto Alegre el cuatro de junio de 2004 en el lanzamiento de Creative Commons Brasil. Parece indispensable seguir todos sus pasos con atención.
Tags: Gilberto Gil, Tropicalismo, Música Popular Brasileña
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4 comentarios:
Es peligroso adorar a un político, porque hay muchas probabilidades de acabar defraudada. Espero que a ti no te suceda nunca.
Peligroso es no apoyar a nadie, no apostar por nadie y no sentirse nunca defraudado, he de decir aunque le lleve la contraria a Noemí, a la que aprecio mucho y que tiene un blog que es de visita obligada para mí. Yo también apuesto por políticos y aún creo en algunos. Este tipo probablemente me convencería. Saludos.
En efecto, a veces alguien con cierta imagen pública positiva se mete en política y nos defrauda. La política tiene unos códigos diferentes a la vida real y a las relaciones normales entre personas, quienes lo descifran son los 'animales políticos'. Quienes no lo hacen, o terminan predicando en el desierto, o son devorados o corrompidos. Gilberto Gil tiene el carisma y la cabeza lo suficientemente amueblada como para ser una excepción. Espero que así sea.
Un saludo
Un subversivo en los 60 junto a Caetano, alguien que se involucra en causas sociales sin llamar la atencion no puede ser mejor candidato para Ministro de Cultura, sensibilidad, buenas intenciones y conocimiento tiene. Adoro su Domingo en el Parque. Excelente post. Saluditos/
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