Ken Bruen ha vuelto, a saltos, pero ha vuelto. Digo lo de a saltos porque la edición en castellano de su tercera novela sobre el detective Jack Taylor ha quedado en el limbo de los desheredados. Las dos primeras, Maderos y La matanza de los gitanos fueron editadas por Tropismos; la cuarta, El dramaturgo, por ViaMagna, y ahí queda The Magdalen Martyrs sin edición en castellano, por lo menos de momento y ya veremos si alguien decide editarla y cuándo. No os voy a engañar, me siendo defraudada y exagerando un poco hasta ofendida, porque me pongo a leer El dramaturgo y de repente me encuentro con Jack Taylor más limpio que una patena, ni alcohol, ni cocaína, ni tabaco, y esto me hace pensar qué habrá pasado en The Magdalen Martyrs para que Taylor se haya reformado de forma tan radical. Cómo, cuándo y dónde, y sobre todo, por qué de este milagro. Eso sí, una que a veces es un poco desconfiada, se pasa toda la lectura esperando el momento en que Taylor vuelva a caer en la tentación, y es que a un hombre al que persigue la mala suerte no le van a faltar ocasiones para reincidir, porque mientras investiga la muerte de la hermana de su ex-camello las desgracias le asedian desde todos los flancos. Cuando intenta ayudar al amor de su vida, Ann, recibe una paliza descomunal de su marido, un bestia maltratador tan grande como un armario que casi manda a Taylor al otro barrio con un hurley .Y su madre, con la que nunca se llevó bien, fallece la pobre de puro viejita. Y así podría seguir enumerando infortunios hasta el final, cosa que no haré para no fastidiar la tensión, pero que por cierto, te deja un mal sabor de boca que ni con dos botellas de Jameson te lo quitas.
Como en las anteriores novelas de Bruen en esta tampoco podían faltar las referencias literarias, aunque me dio de la impresión de que en está ocasión ha sido menos pródigo de lo habitual. Sin embargo no voy a adornar esta entrada con una de sus referencias literarias, sino con una musical. Resulta que este libro fue que el que me lleve para leer durante el viaje a Bruselas y mientras volaba de regreso a casa leí esto:
La ayuda que necesitaba solo podía venir de un precinto de Jameson. Cuando me acomodé en el asiento trasero, puso el coche en marcha, insultó a una ambulancia y nos movimos.
-¿Esa era tu señora? –me preguntó, mirándome desde del espejo.
-No, esa era mi pasado.
Digiriendo mis palabras, encendió la radio. Reconocí Lyric FM, el dial de los clásicos. El locutor dijo:
-Ese por supuesto era Arvo Part, Tabula rasa, y más tarde tendremos Festina Lente.
Murmuré:
-Puedes apostar tu jodida alma.
No pude evitar levantar la vista hacia el compartimento del equipaje de mano, allí iba bien empaquetado el disco de Arvo Pärt, el que ahora escucho todos los días en el Minidisc cuando salgo de trabajar. Un lujo, medicina para el alma, os lo aseguro.
Tabula Rasa de Arvo Pärt. Coreografía de Miguel Robles.
KEN BRUEN. El dramaturgo. Traducción de David Meléndez Delgado. Editorial ViaMagna, 2009.
6 comentarios:
Primero Tabula Rasa y después Festina Lente. Increíble!!
no creo que Arno vaya muy de acuerdo con mi momento bosque: ahuyentaría a los pájaros y los jabalíes me atacarían por la espalda...
creo que, decadente, volveré a Debussy y Chopin
un abrazo
Jamás leí nada de este señor, pero me encantaría inventarte el porqué de su regeneración.
Probablemente todo se deba a un chequeo rutinario. Suele pasar.
Sí, Antonio, es alucinante.
Dante no me pega que Taylr sea de hacerse chequeos médicos.
Lo que no voy a hacer es buscar en internet de qué va ese libro, voy a dejar que la duda me reconcoma hasta que consiga leerlo.
Besos.
Mientras disfrutaba del la música, he tomado nota de este escritor, para mi chico que no lo conoce y es muy aficionado a la novela negra.
Le recomendaré que no lea "El dramaturgo" hasta que no traduzcan la anterior, porque cómo a ti le dará mucha rabia que el personaje se redima sin saber por qué.
Un beso, Lucía, y sigue pasando un buen verano.
No lo he leído y la verdad es que tiene buena pinta.Hay tantos libros en las librerías que uno no sabe a que atenerse.
Besos y un fuerte abrazo.
Bueno, quizá las botellas de Jameson no ayudan a quitar ese terrible mal sabor de boca, pero uno de los títulos de Arvo Pärt sería infalible.
Ya sabes que mi psicoanalista me tiene prohibidos esos libros, pero me quedo con el regalo musical.
Un beso.
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